Trocitos de Navidad hecho poema.
Después de vacilar un momento por lo que la gente decía, José fue corriendo a casa de María, para abrazarla y para ya nunca dejarla jamás.
El recién nacido titiritaba de frío. El viento lo arrullaba, la luna lo cobijaba, la estrella lo calentaba y la mamá, toda asustada: sólo sonreía y lo abrazaba.
Porque no hacía falta, más que bajar la mirada y ver al niño en su regazo, para contemplar el más hermoso de los cielos.
Tan hermoso estaba, que la luna detuvo su camino, para no chocar con la estrella que, extasiada, contemplaba al recién nacido.
En eso, la vaca, la mula y el buey, en primera fila, vieron bajar la estrella y postrarse de hinojos, ante el tierno niño.
Y es que con el nacimiento del niño Dios la vida se hace fuerte, renace la esperanza, da un paso atrás la muerte, y el mundo sabe a pan y hogar.
De repente, apareció un viejo ogro que, agazapado, se disponía a robarle al niño su sonrisa, cuando éste, con su ternura, le arrobó el corazón.
Y contemplando desde el cielo a los mortales, un querubín emocionado dijo: – ¡Quiero ir a la tierra! – ¿Pero, si eres un Ángel, para qué quieres ir? – Le contestó Dios, bastante asombrado – ¿Tu tuviste allí una madre, no? – Mmmm sí, claro, ¿porqué lo preguntas? – Porque, yo también deseo tener una. – Ah, ya comprendo, en ese caso, tú también puedes ir…
+Alfonso G. Miranda Guardiola
@monsalfonso