Sólo un policía llegó a misa…
Ese día, cosa rara, había llegado yo temprano al campo de los policías, y como era domingo de ramos, sabía que era difícil que los policías asistieran a misa. Durante Semana Santa salen a custodiar las carreteras y cuidar el orden en plazas y centros por vacaciones. Sin embargo, después de aguardar algunos minutos, un joven policía se acercó, con la clara intención de participar en la celebración. El tiempo pasaba, pidió un ramo, pensé, denle hermanas, el más pequeño para que no se burlen sus compañeros, pidió el más grande. Se hacía tarde, nadie más llegaba, había que empezar la misa. Lo llamamos, él, solo, mostrando su temple y gallardía, se acerca al altar, sin temor al qué dirán, en el enorme patio que divide el comedor, la comandancia y la enfermería, seguro de sí mismo, y comenzamos la Eucaristía. Poco a poco se acercan, llegan ocho policías más, bendigo los ramos, disfrutamos la misa, ésta termina, bajo a nivel de calle, se acercan, les impongo un crucifijo, devotos, lo aceptan. Te felicito, le digo, fuiste un gran ejemplo hoy para mí. Sonríe, agradece, se aleja, con el ramo en la mano, las insignias en el hombro, y el crucifijo bien puesto en el alma y en el pecho.
+Alfonso G. Miranda Guardiola