Pinceladas de poesía en esta fiesta de la Epifanía.
El camino de los magos hacia el niño Dios está lleno de errores y dudas: Han vacilado, se han equivocado de ciudad, han perdido la estrella, han llegado con Herodes. Pero el camino les ha mostrado también, que se necesita una infinita paciencia para volver siempre a comenzar. Los magos nos enseñan a caminar con los pies en la tierra, pero con los ojos fijos en el cielo.
El cuarto Rey Mago, atareado por dejar en orden todos sus pendientes, llegó tarde, sus compañeros… ya se habían ido.
La estrella de Belén, celosa y furiosa, se detuvo a esperar a los Reyes, hombres al fin, que por mirar a otras estrellas, se habían perdido.
Tuvo que detenerse la luna, para no chocar con la estrella que, al fin extasiada, contemplaba al recién nacido.
Y el tiempo también se detuvo, embelesado al contemplar a esos Reyes adorando al Dios niño, y que de una bella virgen, había nacido.
Pero fue hasta el final que los Reyes se dieron cuenta, quién era la estrella que los había guiado hasta el tierno niño, había sido la luminosa virgen santa María, la hermosa estrella de la mañana.
– ¿Que tenemos? – Oro, incienso y mirra – ¡Pero si es un niño, Melchor! ¿Cómo se te ocurre? ¿Te olvidaste de los carritos y de los muñecos, verdad?
José y María, felices sonreían, y unían sus ojos contemplando al divino niño. Porque no hacía falta más que mirarlo, para admirar el más hermoso de los cielos.
Las más bellas palabras de amor, se dicen, sin decirse nada, así ellos, así el recién nacido, así es el lenguaje de Dios.
+Alfonso G. Miranda Guardiola