La noche oscura de San José.
Esa noche antes de dormir, José se la pasó muy mal, por la noticia que empezaba a correr por todo el pueblo: María, su prometida, estaba encinta.
José atribulado pensaba, ¿qué haré? la llevaré ante el juez con dos testigos, para que nadie se entere, y todo quede en privado, y ella pueda seguir su camino, y yo el mío ¿o qué hago?
Yo por mi parte me iré a otra ciudad, yo no puedo soportar esto.
Pero no quiero hacerle daño, ni siquiera quiero dejarla, yo sé que es buena, sé que su alma es hermosa, desconozco las razones para que esto haya sucedido, sin embargo su mirada se ve, como nunca, inocente, bella, pulcra y hermosa, no lo entiendo.
¿Qué haré?… y si aún así me quedara con ella… ¡Pero esto no puede ser!.
Si al menos ella me lo dijera…
Pero sólo atina a verme con esa mirada dulce y llena de una paz inconcebible, y como diciéndome algo con los ojos, con su alma, pero no lo alcanzo a descifrar. Toda bella y toda hermosa, no la puedo dejar, ¿cómo dejar de amarla? si ella es todo para mí. ¿Quién podría no amarla?
Y después de mucho tiempo de estar dándole vueltas al asunto, y ya a muy altas horas de la noche, se recuesta un momento, tratando de conseguir algo de calma, quedándose dormido apenas unos momentos, suficiente para que una suave brisa tocara sus cabellos y le susurrara en sus sueños.
Repentinamente José se levantó, como si el viento sutil le hubiera dicho todo, y fue en busca de ella, completamente convencido ahora de lo que quería, y una vez encontrándola, la abrazó y la besó. Quedándose con ella, para defenderla y amarla, y para no separarse jamás.
+Alfonso G. Miranda Guardiola
@monsalfonso