La madre tierra, jardín de Dios, y el hombre, su jardinero.
Dios pensó en el Hombre en un jardín, la primera casa del Hombre es el jardín del Edén.
¿Qué implicaciones tiene que la morada pensada por nuestro Creador para el hombre sea un jardín?
Dios pone al hombre en un lugar embellecido con plantas y flores, con mucho agua, y en la Escritura indica, sin duda, que en este jardín hay abundancia de todo: Alimentos y agua principalmente. (Pensemos en la idiosincrasia de los pueblos de un lugar desértico donde un lugar con mucha agua es semejante al paraíso…)
Sin duda, un jardín es el mejor lugar para vivir, y ahí es donde Dios ubica la morada del hombre.
Podemos decir que el jardín es un «pedacito de cielo» pensado por Dios para el hombre.
Es difícil concebir un jardín sin su guardián y cuidador; el jardinero. Deberíamos concluir que todo hombre tiene la vocación de jardinero, de cuidar el jardín donde Dios lo puso.
Repensar la figura del hombre como jardinero saca de la ecuación la figura del hombre como «explotador» de la naturaleza, a la cual exprime, y lo equipara al de un pastor, que en este caso su cuidado y vigilancia va hacia su jardín, hacia la creación misma.
De ahí que el hombre tenga esta vocación de jardinero y su llamado es a hacer de todo el mundo un jardín. Restablecer para este mundo que nos fue dado por el Creador la condición de un hermoso jardín.
María y las flores
Es una constante, a lo largo de los siglos, ver representada a nuestra santísima Madre rodeada de flores. La simbología es evidente: En la naturaleza, el orden natural es el siguiente: la flor precede al fruto, y en este caso, la flor mas preciada y venerada de la Creación es Nuestra Señora quien dio a luz al sagrado fruto, nuestro Señor Jesús.
Gustavo Gabriele,
Coordinador Pastoral DVC en Monterrey.