Historias
¿Qué cosa puede salir de bueno de una familia de divorciados?
Durante mucho tiempo se ha visto con malos ojos a quien se divorcia. Existen tantos prejuicios al respecto, se dicen tantas cosas negativas de ellos, y lo llevan también los hijos, porque, además de cargar con la tragedia por la separación de sus padres, no han faltado colegios católicos, que los han sacado de sus aulas por el divorcio de sus padres. ¿Pero cómo no? – se dice-. Si dan tan mal ejemplo a las familias que sí viven bien, y no se diga a los niños o a los jóvenes, hay que cuidarlos, por lo que más vale estar alejados de ellos. Además, ¿qué cosa puede salir de bueno de un matrimonio así? Y no se diga en la Iglesia, pues ¿cómo va a ser posible que puedan ayudar en la pastoral, que den catecismo, que ayuden en la misa, que canten en el coro? (Como quien dice) Si ya te divorciaste, ni modo, ya no puedes permanecer en este grupo de matrimonios, de ministros, ni en estos apostolados. (Mientras tanto en otro espacio y tiempo) Pues – ¿qué cosa puede salir de bueno de una familia de divorciados? – Comentó una persona, al calor del debate dentro del Sínodo de la Familia, en octubre del 2014, en Roma. – Yo, – dijo tímidamente una persona que se atrevió a levantar la mano. – ¿Quién? – Yo, – Pero, no puede ser. – ¿Porqué no puede ser? – Porque Usted es… Se trataba nada más y nada menos, que del Eminentísimo Sr. Cardenal Christoph Schönborn, Arzobispo de Viena, Primado de Austria, Presidente de la Conferencia Episcopal Austriaca. Y miembro además, de numerosas Comisiones Pontificias, y Comisiones teológicas internacionales. “Yo experimenté el estigma con el que se marcó a mis padres y el que viví yo también por ser hijo de divorciados”. “Mis padres – agregó- se divorciaron cuando yo tenía 13 años. Para mí fue muy doloroso, y podría decir, que el momento más difícil de mi vida, fue aquella noche cuando descubrí que mis padres se divorciaban. Pero mis hermanos y yo, no quedamos a la deriva, nuestra familia grande nos recogió; mis primos, mis tíos, a nosotros los hijos, pero también ayudaron a mi madre, y a mi padre. +Alfonso G. Miranda Guardiola Fuente 1 Fuente 2...
Leer MasDiálogo entre el catequista Francisco y su nuevo ayudante.
(Preparación de la clase de catecismo parroquial. Comienzo del tema: la Misericordia). – Antes de juzgar a cada persona que se acerca a la Iglesia, primero debemos acogerla. – ¿Sea como sea? – Sí, no importa su condición. – Aunque sea muy pecador, – Aunque lo sea. – Mmmm… – Cuanto más grande es el pecado, mayor debe ser el amor que la Iglesia expresa hacia quienes se convierten. – Muy bien. ¿Y luego de acogerla, sí se le puede juzgar, verdad? – No, luego sigue acompañar a la persona, y caminar con ella. – Ah, ¿Y entonces sí se le juzga? – Por supuesto que no, el juicio, pertenece sólo a Dios, – Y si es muy pecador, ¿el juicio será implacable? – Será un juicio, eso sí, pero un juicio de misericordia. – Pero entonces, ¿si no juzgamos, si no sabemos qué clase de persona se trata, cómo le hacemos en la Iglesia? – Nuestra misión es solo acoger, acompañar y llevar a Dios. – Creo que empiezo a entender… – “(Para) cada persona no tendrá lugar ningún juicio si no es el que viene de Dios, y es, el juicio de la misericordia”. (Mensaje del Año Santo de la Misericordia). +Alfonso G. Miranda Guardiola...
Leer MasUna visita pastoral inesperada…
Cuenta Monseñor Faustino Armendáriz, que una vez, haciendo una visita pastoral a una parroquia de su diócesis, le pidió al párroco que se detuvieran a mitad de camino para visitar algunas casas. El padre paró su vehículo, y caminaron hacia la primera casa que encontraron, tocaron la puerta, y les abrió un hombre que estaba pintando. – ¿Cómo está buen hombre, nos gustaría platicar con usted, si nos lo permite? Somos el obispo de esta diócesis y su párroco. – Con mucho gusto. – Contestó el buen señor. – Es un honor, pásenle, están en su casa. – Gracias, es usted muy amable. Ya adentro, el obispo le empezó a preguntar por su familia, por su salud, y le platicó de las maravillas del Señor. El hombre de la casa, gentilmente trajo refrescos y galletas para compartir. En un momento y después de un rato de escuchar, el señor de la casa tomó la palabra, y dijo: – Señor obispo, qué bueno que por fin se decidieron a venir. – ¿Porqué lo dice? – Es la primera vez que alguien de ustedes viene a visitarme, y vaya que ya tengo aquí muchos años. Sabe, – lo dijo con voz pausada – yo soy el pastor del templo que está aquí enfrente. Y me da gusto que ustedes empiecen a hacer, lo que nosotros hacemos todos los días: salir a visitar las casas, escuchar, consolar, orar, aconsejar, invitar a la gente a nuestra Iglesia. Pareciera que ustedes apenas están descubriendo el hilo negro. Sorprendido el sacerdote, pero más el obispo por estas palabras, éste último dijo: … pues, tiene razón hermano y le agradezco que nos lo haya dicho, la verdad, a los católicos nos ha faltado mucho salir, como lo pide ahora el Papa Francisco, y tocar puertas, con audacia y constancia. Yo siempre me había preguntado, agregó el pastor: ¿qué cosa puede haber más importante para un obispo o un sacerdote, que salir a las calles y tocar puertas, y visitar las casas de sus fieles, y de los que no son sus fieles? Gracias por la gran lección, señor pastor, y por su gentileza, – dijo el obispo, – lo dejamos con Dios, y nos retiramos, pues nuestra misión… apenas empieza. +Alfonso G. Miranda Guardiola *Anécdota contada por Mons. Faustino Armendáriz, obispo de Querétaro, en la celebración del XXV aniversario de la diócesis de Nuevo Laredo....
Leer MasEsa tarde en el parque, y ya con los sentimientos encendidos…
– ¿Te demuestro que soy hombre? – Alardeó el muchacho a la joven. – Sí. – Respondió ella. – Pero no con acciones y poses machistas, – ¿Cómo? ¿Qué quieres decir con eso? – Demuéstramelo, – sentenció, – pero con respeto y gallardía, como sólo un caballero puede tratar a una dama. – A una dama, dices… (y todavía con un dejo de mofa y orgullo, agregó): ¿Y qué cosa es un caballero? – Un caballero, es aquel, que no busca tener a mil mujeres, sino el que sabe amar solo a una, de mil maneras. – (No hubo más palabras, ni miradas…, sólo el vacío y las lágrimas). (Esa misma noche, en casa) – Abuelo, ¿qué difícil es conseguir un novio bueno? ¿Cómo lo puedo escoger? – (Con una mirada clara y serena, le contestó): Escoge por novio, – e hizo una tierna pausa, – a alguien que respete a sus padres, pues se respetará a sí mismo, y te respetará a ti, mujer. – (No hubo más palabras, solo miradas, suspiros y lágrimas…) +Alfonso G. Miranda Guardiola...
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