Historias
¿Porqué pusiste el espino junto a la flor?
La espina no nació para herir, sino para cuidar la flor. Los hombres no hemos admirado su virtud, y la hemos hecho instrumento de dolor. Tú le robarás la miel y el sabor, – le dijo a la abeja, el espino.- Pero no podrás arrebatarle el perfume, que es el encanto de la flor. Podrás quitarle el néctar y el rubor,- le dijo a la abeja, el espino.- Yo me deleito observando cómo se baña en el rocío la flor. ¿Cuánto valdrá una flor? Que Dios puso barricadas de espinas para defender su honor. Ante la flor se arrodilla, y con espada defiende su honor. El espino vigila en la orilla, y en secreto le declara su amor. En sus ojos había luces, en las palmas olivos; en su camino tres cruces, y en la frente rudos espinos. Yo nací para amar, no para castigar, – dijo el espino. Si una frente había que coronar, mejor no haber nacido. Yo no nací para herir, – grita el espino, – tan solo quiero vivir contemplando la flor, por cuyo amor padezco y suspiro. Yo no nací para lastimar, – clama el espino, – tan solo quiero vivir contemplando la flor, por cuyo amor sobrevivo. ¿Porqué pusiste la espina junto a la flor? – Preguntó Adán al Creador. – Para que supieras, que junto al amor, también hay sufrimiento y pasión. Cuando nace el espino, sin querer todo lo hiere: el viento, las rosas, la frente, el alma y el corazón. Pero sueños hubo, que no fueron capaces de matar la cruz y el espino. Pues fue más grande su ilusión, convertir en sangre el vino. ¿Porqué a pesar de las espinas, el hombre busca la flor? – Porque a pesar del dolor, no puede vivir sin amor. Te sigo entre jardines y flores, también entre cardos y espinos; te sigo sin importar el camino, siempre que sea contigo. +Alfonso Miranda...
Leer MasEl más bello tributo que una mujer ha hecho a un hombre. María Magdalena en el sepulcro Jn 20, 1-18.
Esa mañana de domingo se había levantado muy temprano, casi no había podido dormir, se la había pasado pensando toda la noche, en lo que, apenas hacía un par de días, había ocurrido. Sin pensarlo dos veces, y todavía de noche, se dirigió al lugar donde lo habían dejado, con la esperanza de… simplemente llegar. Corrió y corrió, como si una ansia loca la empujara, como si una voz misteriosa la llamara, como si su intuición se lo gritara, como si su corazón se lo ordenara irrefrenablemente, y … muy pronto, al llegar, se dio cuenta que la piedra que le habían puesto a la tumba, ya no estaba, la habían movido. Inmediatamente vuelve a correr a buscar a Pedro, lo encuentra y le dice: se han llevado a mi Señor, y no sabemos donde lo han puesto. Los otros discípulos van y comprueban lo que María Magdalena había dicho, y regresaron a sus casas, meditando y reflexionando. María había querido quedarse ahí, afuera del sepulcro, un momento, un tiempo, una eternidad. Sí, lloraba, pero eso no le impidió acercarse nuevamente al sepulcro, y ver salir destellos de luz, y de en medio de ellos, ver salir a un hombre, que le provocó inquietud y perplejidad. Ella no lo reconoce, pero él sí, y le dice dulcemente, María, y en ese instante, como un torrente que baja impetuosamente de la montaña para vertirse en el río, ella corre, como nunca lo había hecho jamás, y lo abraza profundamente. Y siente en su corazón, un sentimiento tan bello, poderoso y sublime, como nunca antes lo había sentido. Después de un instante, él le dice: suéltame, que todavía no he ido al Padre, y en ese momento, contrario a lo que su corazón le estaba pidiendo, e incluso contra su propia voluntad, lenta y dolorosamente, suelta a su Amado, y lo deja poco a poco alejarse, convirtiéndose en el testimonio más grande de amor que una mujer ha podido hacerle a un hombre. +Alfonso Miranda G. ...
Leer MasEsa Noche no habría Navidad…
En diciembre del 2016, la verdad es que no iba a haber Navidad en Monteverde, porque llegaron noticias a María y a José, de que había muchísima violencia e inseguridad en aquella ciudad, por lo que no convenía ir a dar a luz, ahí a su hijo. José luego luego se preocupó, ya le habían hablado de gente cruel y despiadada, y de un tal Herodes, que además era un tirano, por lo que no le extrañó la noticia, hombres malos debe haber en todo el mundo, pensó el santo varón. Pero de cualquier forma había que tomar precauciones, y pensar en otro sitio para que naciera el niño. Estaba pensando en irse a una ciudad lejana, tal vez otro país, cuando en eso María lo detiene y le pregunta – ¿qué estás pensando José? ¿Qué quieres hacer? – le preguntó, – ¿Qué nos vayamos a otra parte? – ¿Qué quieres mujer?, no puedo exponerte a ti y al niño, tengo que protegerlos. – Si José, pero mira, tu y yo somos pobres, ¿Qué nos puede pasar? ¿Que no estamos en las manos del Señor? Además, no debemos dejarnos acobardar por los que amenazan o quieren sembrar el mal, debemos ser valientes, y poner toda la confianza en Dios, además el niño les traerá amor, paz y esperanza, que tanto necesitan, y no podemos privarlos de ello. José mientras caminaba y pensaba, y finalmente dijo: – Tienes razón María, no debemos permitir que el mal triunfe. El valor y el amor vencerán. Vamos a Monteverde, ahí nacerá nuestro hijo Jesús. Así fue como, gracias a la valentía de María y José, el niño Dios nació ese año, en medio de la violencia, trayéndonos la paz y la esperanza a nuestros corazones. +Alfonso Miranda ...
Leer Mas¿Qué acaso se puede amar de otra manera?
Para esta fiesta de la Sagrada Familia, recojo una frase de una homilía del Papa Benedicto XVI del año 2009, en la que decía: «San José nos enseña a amar al otro, sin poseerlo.» Y yo me pregunto, ¿es que existe alguna otra forma de amar? Es cierto, tanto San José, como la Santísima Virgen María fueron llamados por Dios a darse mutuamente un amor especial, no menos grande y no menos hermoso, que todo amor que existe entre un hombre y una mujer. Pero aprendieron a dárselo sin poseerse el uno al otro. ¿Es esto posible? Ambos, aprendieron a amarse con el corazón, con la cálida y dulce mirada, con las sonrisas y los gestos del alma, con sus mil y un detalles compartidos, con sus alegrías, y dificultades, con la caridad y la gentileza, con sus mutuos servicios, con el estar siempre juntos y disponibles al plan de Dios, con las atenciones de María, esposa y madre, con la protección de José, esposo y padre responsable, acompañando al divino niño Jesús. ¿Cómo no podrá ser éste un modelo de amor entre esposos? Llamados a acariciarse especialmente con la cortesía de sus palabras, tan llenas de sutilezas y bondades, respetando y admirando al ser amado, con sus limitaciones y diferencias, pero dejándolo ser y crecer, sin imposiciones, y mucho menos posesiones. Acostumbrados como estamos, tantas veces al control y al dominio, a la sujeción y a la imposición, que ahogamos a los demás, no sabemos amar sin poseer, y queremos manejarlos como si fueran cosas y pertenencias nuestras. Hay que aprender a amar a la manera de estos amados y santos esposos, José y María, quienes aprendieron a amarse con ese gran respeto que es el sello del amor auténtico. ¿Acaso puede existir un amor más puro y más bello, que amar sin dominaciones ni posesiones, ¿es que se puede amar de otra manera? +Alfonso G. Miranda Guardiola...
Leer Mas