Una Eucaristía de puertas abiertas y en salida…
¿Qué es la Eucaristía de puertas abiertas y en salida?
La Eucaristía es el signo de quien se entregó sin reservas por el ser humano, quien no menoscabó nada, ni se reservó nada, ni escatimó nada, hasta dar su vida, su sangre, su cuerpo, su tiempo, su ser, para que nadie se quedara fuera, para que nadie se quedara sin salvación, para que nadie se quedara sin sentirse amado.
Esa es la Eucaristía para la Iglesia, el signo supremo de su entrega total cada día, cada hora, cada instante, dando su vida por sus hermanos; a imagen de la sangre derramada por Cristo, hasta la última gota, por todos los seres humanos, por sanarlos, abrazarlos y a todos salvarlos.
La Eucaristía es signo de salvación universal. En cada Eucaristía Dios incluye a todo ser humano sin excepción, sin ninguna excepción. Dios se entregó por todos, no sólo por los bautizados; se entregó por todos, independientemente de su religión, de su país, de su género, de su condición, se entregó por cada ser humano, por todo el planeta.
Eucaristía de Puertas abiertas:
Pienso en una Eucaristía, que reciba a todas las personas, (sin juzgarlas ni pedirles nada a cambio), y las haga sentir acogidas, respetadas, aceptadas, comprendidas, y amadas.
Una Eucaristía que no haga sentir mal a nadie: excluido, relegado, rechazado, ajeno o extraño.
Una Eucaristía, no vista como un premio para vencedores y triunfadores, sino como alimento para el camino, para los débiles, para los heridos, como medicina para los enfermos.
Una Eucaristía valiente, que exprese vivamente que Jesús camina, se atreve a caminar, entre buenos y malos, con paciencia, sin escandalizarse, sin asustarse, sin correr a nadie, sin rechazar a nadie.
Una Eucaristía, especialmente sensible a las personas heridas, a aquellas que van caminando entre peñas, desiertos, desfiladeros y abismos, entre miserias y pecados, entre errores y descalabros. Y que llevan fatigosamente cargando: penas, soledades, miedos, separaciones, vacíos, tribulaciones, amarguras, resentimientos, reclamos y traiciones.
Una Eucaristía no impaciente, porque sabe de esperas largas, y noches sin sueño, que comprende, acompaña, mitiga y persevera, porque ama.
Una Eucaristía que no señale, que no marque ni haga diferencias, que acoja a todos por igual.
“Porque en la Iglesia, nadie sobra, ni nadie está de más”. Como decía Don Rogelio Cabrera, Arzobispo de Monterrey
“Porque en la Eucaristía tenemos la experiencia del amor que no conoce límites y damos la señal concreta que la Iglesia es la casa paterna en donde hay lugar para cada uno con su vida fatigosa”. También señalado por el Papa Francisco en uno de sus discursos.
Eucaristía en Salida:
Pienso en una Eucaristía celebrada, con personas alejadas, que no pueden ir al templo, o que no pueden comulgar, por su tipo de trabajo, o por su situación de vida tal vez no completamente de acuerdo al evangelio; pienso también en los hospitales, en los cuarteles policiacos, militares, en las centrales obreras, con los taxistas, en las mazmorras de las cárceles.
Una Eucaristía, que exprese, que Jesús sale a acompañarlos, a caminar con ellos, a conocerlos, a sentir su corazón, a conocer sus problemas, a llorar con ellos, a abrazarlos, a perdonarlos y amarlos.
Una Eucaristía en salida, que signifique la entrega total del ser de la Iglesia, con todos sus recursos y fuerzas, con todo lo que puede y tiene, por salvar al hermano, a uno solo y a todos, sin que falte ninguno.
Una Eucaristía no vivida en un sentido particular, egoísta o individualista. No, sino vivida, sentida y celebrada en razón de los demás. La Eucaristía es para los demás. La Eucaristía está abierta para la salvación de todos. No podemos pensar jamás en una Eucaristía excluyente.
+Alfonso G. Miranda Guardiola