El hijo, que seguía a su padre, también metió el dedo en el pastel.
- Recuerdo hace muchos años, haber ido en compañía de una familia, a comprar algunas cosas para una cena a un centro comercial. Ese día, por el corredor principal de la tienda, habían puesto unos bonitos pasteles, grandes y cubiertos de betún de limón. Uno de los papás que me acompañaban, traviesamente, y sin dejar de caminar, hundió el dedo en el betún de uno de ellos, y se lo llevó a la boca. Acto seguido, el hijo de nueve años, que venía detrás de él, literalmente siguiendo sus pasos, metió también su dedo en el pastel, y lo saboreó muy gustosamente. Todos rieron.
- Todos conocemos la terrible fechoría del cobro de piso, con que los narcotraficantes extorsionan, para no secuestrar o dañar personas o propiedades, pidiendo una cuota a negocios, empresarios, y hasta las Iglesias, que tampoco escapan de ello. Pues sucedió no hace mucho que, en una escuela, uno de los niños, hijo de estos narcos, que imitando sus malas costumbres, empezó a cobrar piso a sus compañeros y compañeras, para entrar a los baños.
- También recuerdo hace años, por allá por el norte del país, existía un buen hombre, que se dedicaba a la construcción y venta de casas en fraccionamientos de su propiedad, y acostumbraba regalar parte de los lotes, o ayudaba a comprar casas a la gente que no podía pagarlas. Este señor se fue haciendo grande, pero antes, metió a trabajar con él a su hijo, y lo enseñó a trabajar. Pasaron los años, y justo antes de morir, le dijo a su hijo: “Hijo mío, Dios nos ha permitido construir 100 casas en esta colonia, te pido, que aunque yo ya no esté, tú regales 15 casas entre la gente más pobre”. Semanas después murió.
Y pasó el tiempo, y un buen día, en un periódico de la localidad, salió una nota extraña que decía: “Joven señor regala 15 casas entre gente de escasos recursos en una colonia al norte de la ciudad”. Ahí, sorprendido, el reportero le preguntaba que porqué lo había hecho, y esto fue lo que contestó: “Era la forma de actuar de mi padre y él me lo enseñó, no me lo dejó por escrito, me lo dijo antes de morir, y hoy, gracias a Dios he podido cumplir su voluntad”.
La nota terminaba diciendo: “Este hijo, ha honrado la memoria de su padre”.
Anda y haz tu lo mismo. Lc 10, 37.
+Alfonso Miranda G.