Anécdotas
Con sombrero muy mexicano en Polonia
Salía de Monterrey con una misión muy difícil, el domingo 5 de abril del 2015. Resolver los últimos pendientes de la obra de San Maximiliano Ma. Kolbe: hospedaje, alimentación y transportación para 60 personas; renta de luces, sonido, etc. Quien diría que en la tierra remota de Polonia, en una humilde casita, la Virgen de Guadalupe, nos aclararía el camino. Transbordé el segundo avión en Chicago con destino a Londres a eso de las 8 de la noche. A mi lado un muchacho se había puesto ya el cuello almohada, los lentes negros de vuelo, y hasta el gorro de la sudadera para dormir. Me espera una noche larga, pensé. No habían pasado ni dos horas, cuando el capitán, desde la cabina de mando, con una voz seria, pero misteriosa, nos decía: «Me contactan de la torre de control, que debemos regresar a tierra, no tengo más información». Y fue todo. Íbamos por lo menos 150 personas. Nadie se quejó, pero ¿qué habría pasado? De vuelta en Chicago, nos metieron en otra sala. Yo tenía la esperanza de no perder mi conexión, aunque iba horas retrasado. Si salimos ahorita sí llego el lunes en la noche, decía yo, pero pasaban los minutos, luego una hora, al final, nos suben a otro avión, que a la postre, tampoco despegaría. Pues ahí me tienen, a las 12 de la noche buscando, todavía en una noche fría, el hotel asignado. Perdí la primer junta de trabajo el martes por la mañana; por la tarde, me recibirían los niños de la parroquia de santa Teresa del niño Jesús de Varsovia, donde me hospedería. Pero me habían cambiado la ruta, ahora iría por Alemania, con casi un día de retraso. Llegué finalmente el martes a la 1.30 pm al aeropuerto de Chopin. Con algo de demora, alcancé la comida de bienvenida que me hicieron en la parroquia. Habían sido muchas horas en tránsito, casi 48, por lo que llegué con los oídos todos tapados, casi no pude escuchar nada durante la comida, y yo que me hacia garras, por entender y contestar con el fino polaco que traía. Apenas pude llegar a mi cuarto en la hospedería, a hacer piruetas, para tratar de que mis oídos se abrieran, ya que los niños me estaban esperando. Mil y un método utilicé, hasta que gracias a Dios se me destaparon. Bajé rápido al salón, me habían colocado una alfombra roja mexicana, se sentaron a mi alrededor, y con preguntas me ametrallaron. A hablar polaco me obligaron, y a hablar bien de mi país, me forzaron. Los niños de 4 a 10 años, tal cuales maestros me enseñaron, y con sus ojos, sus oídos y sus sonrisas, mi polaco enderezaron. Al final, sus dibujos me entregaron, uno de ellos, un castillo con una fosa, con un letrero en español, pegado. – ¿Tú lo escribiste? – Pregunté a la pequeña niña asombrado. – Google y el traductor me ayudaron. Cerramos la tarde, bailando el jarabe tapatío, sobre sombreros charros. Vaya manera de hacer sencillo lo sofisticado, pues con amor y papel craft los elaboraron. Que exquisita y grande muestra de cortesía polaca, para este sencillo visitante mexicano. Continuará… +Alfonso G. Miranda Guardiola...
Leer Mas¿Qué hace un Dios tirado en el suelo?
Jesús cae en medio de la ciudad. Todos pasan de largo, de prisa, indiferentes. Algunos ni siquiera voltean a verlo. Ahí yace abatido, herido, con la soledad del frío. Y el Cristo poco a poco se queda, en su tristeza, en su agonía, en su muerte. Pero, la verdad, no necesitamos que esté ahí tirado, es necesario que se levante. ¿Qué hace un Dios caído en el suelo, habiendo tan graves problemas? Que se ponga de pie, vamos, aunque sufra, no importa, lo necesitamos. Hoy que la ciudad requiere a todos en sus puestos, no puede quedarse ahí derrotado y caído. ¿Querrá que lo levanten, que se acerque alguien a ayudarlo? Pero, ¿que no puede hacerlo sólo? Pues, ¿que no dijo que era hijo de Dios? ¿que él solo podía reconstruir el mundo y el Templo con él? ¿Que no le dijo a Pilato: “tú lo has dicho, soy Rey”? ¿Entonces qué espera? ¿Y si no puede solo? Pues que venga alguien y le ayude… Pero el tiempo pasa y nadie llega. Habrá que forzar a alguno, no faltará un cirineo incauto para obligarlo… Hasta los soldados que esperan su muerte, tratan de buscar a alguien, que le ayude siquiera a llegar al Gólgota, para verlo morir. ¿Qué chiste tiene que se muera antes, en la calle? No, tiene que ser en el patíbulo, a la hora marcada, al final, para que todos lo vean. Pero, ¿cómo se levantará? ¿quién le tenderá la mano? Y no para levantarlo a él, él como quiera, sino para que el mundo no se derrumbe y… muera. Porque caído el Cristo, sucumbe el mundo, muere irremediablemente. Pero si él se pone de pie, aunque todo parezca perdido, el mundo se levanta con él. Y renace la esperanza, las ilusiones, los sueños… Una mujer valiente se apiadó, y venciendo la indiferencia, se acercó y lo cubrió con su manto. Entre burlas y enfados, penetró la soledad del Cristo, e hizo a un lado con su lienzo, a cobardes y malditos, y enjugó en él su llanto, con lágrimas de dolor y de quebranto. Y después de secarlo, se alejó con la ignominia, y con el rostro desfigurado y proscrito, todo recogido en su manto. Al llegar a casa y extender el lienzo, apareció ante ella, un rostro apacible y sereno, que no hablaba de odios, ni rencores, destilaba solo amores y perdones. Dios se lo había regalado a aquella mujer, aguerrida y sensible, capaz de sostener, con su compasión y valor, a quien en ese momento daba la vida, para la salvación, del mundo. Y tú, ¿qué esperas? Ese Cristo sigue tendido, esperando que tú, como el buen cirineo le eches la mano para llevar su cruz, o que como esta Verónica, te acerques a enjugar sus lágrimas, lavar su rostro, y mitigar, aunque sea solo un poco, su sufrimiento. +Alfonso G. Miranda Guardiola...
Leer Mas¿Qué cosa puede salir de bueno de una familia de divorciados?
Durante mucho tiempo se ha visto con malos ojos a quien se divorcia. Existen tantos prejuicios al respecto, se dicen tantas cosas negativas de ellos, y lo llevan también los hijos, porque, además de cargar con la tragedia por la separación de sus padres, no han faltado colegios católicos, que los han sacado de sus aulas por el divorcio de sus padres. ¿Pero cómo no? – se dice-. Si dan tan mal ejemplo a las familias que sí viven bien, y no se diga a los niños o a los jóvenes, hay que cuidarlos, por lo que más vale estar alejados de ellos. Además, ¿qué cosa puede salir de bueno de un matrimonio así? Y no se diga en la Iglesia, pues ¿cómo va a ser posible que puedan ayudar en la pastoral, que den catecismo, que ayuden en la misa, que canten en el coro? (Como quien dice) Si ya te divorciaste, ni modo, ya no puedes permanecer en este grupo de matrimonios, de ministros, ni en estos apostolados. (Mientras tanto en otro espacio y tiempo) Pues – ¿qué cosa puede salir de bueno de una familia de divorciados? – Comentó una persona, al calor del debate dentro del Sínodo de la Familia, en octubre del 2014, en Roma. – Yo, – dijo tímidamente una persona que se atrevió a levantar la mano. – ¿Quién? – Yo, – Pero, no puede ser. – ¿Porqué no puede ser? – Porque Usted es… Se trataba nada más y nada menos, que del Eminentísimo Sr. Cardenal Christoph Schönborn, Arzobispo de Viena, Primado de Austria, Presidente de la Conferencia Episcopal Austriaca. Y miembro además, de numerosas Comisiones Pontificias, y Comisiones teológicas internacionales. “Yo experimenté el estigma con el que se marcó a mis padres y el que viví yo también por ser hijo de divorciados”. “Mis padres – agregó- se divorciaron cuando yo tenía 13 años. Para mí fue muy doloroso, y podría decir, que el momento más difícil de mi vida, fue aquella noche cuando descubrí que mis padres se divorciaban. Pero mis hermanos y yo, no quedamos a la deriva, nuestra familia grande nos recogió; mis primos, mis tíos, a nosotros los hijos, pero también ayudaron a mi madre, y a mi padre. +Alfonso G. Miranda Guardiola Fuente 1 Fuente 2...
Leer MasDiálogo entre el catequista Francisco y su nuevo ayudante.
(Preparación de la clase de catecismo parroquial. Comienzo del tema: la Misericordia). – Antes de juzgar a cada persona que se acerca a la Iglesia, primero debemos acogerla. – ¿Sea como sea? – Sí, no importa su condición. – Aunque sea muy pecador, – Aunque lo sea. – Mmmm… – Cuanto más grande es el pecado, mayor debe ser el amor que la Iglesia expresa hacia quienes se convierten. – Muy bien. ¿Y luego de acogerla, sí se le puede juzgar, verdad? – No, luego sigue acompañar a la persona, y caminar con ella. – Ah, ¿Y entonces sí se le juzga? – Por supuesto que no, el juicio, pertenece sólo a Dios, – Y si es muy pecador, ¿el juicio será implacable? – Será un juicio, eso sí, pero un juicio de misericordia. – Pero entonces, ¿si no juzgamos, si no sabemos qué clase de persona se trata, cómo le hacemos en la Iglesia? – Nuestra misión es solo acoger, acompañar y llevar a Dios. – Creo que empiezo a entender… – “(Para) cada persona no tendrá lugar ningún juicio si no es el que viene de Dios, y es, el juicio de la misericordia”. (Mensaje del Año Santo de la Misericordia). +Alfonso G. Miranda Guardiola...
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