Anécdotas
Una Anécdota para cerrar con broche de oro el año de la misericordia.
Esta es la historia de tres abejas… Un cierto día, tres señoras abejas, platicaban reposadamente sobre un abedul, abajo del cual descansaba plácidamente un buen hombre, recostado después de haber terminado las faenas del campo. En eso, las tres advierten que peligrosamente se acerca una serpiente, con el ánimo decidido de lanzarse venenosamente contra el pobre campesino. La primera abejita, se acomodó afianzadamente en un hueco del tronco principal para no caerse, y así poder contemplar como terminaba aquella trepidante escena; la segunda, toda alarmada, exclamó un «Ay» de dolor y lanzó un lastimoso quejido de lamento, quedándose completamente paralizada por el terror; la tercera, sin pensarlo si quiera, se abalanzó volando a toda velocidad, logrando alcanzar la punta de la nariz de aquel hombre, y con toda la fuerza de su aguijón, le dio tan grande picotazo, que no solo lo despertó, sino que le hizo dar tremendo brinco, que pudo librar la mordedura de la víbora, que ya asechaba mortalmente su corazón; sin embargo, la que no pudo salvarse, fue la valiente abeja, que murió instantáneamente, cuando el hombre, se dio un manotazo en su accidentada nariz, con la que acabó con la vida, de aquella mártir abeja. ¿Cuál de las tres, entendería a cabalidad lo que es la misericordia? +Alfonso Miranda...
Leer Mas– Háblame de tú, porque me conociste de palo.
– Háblame de tú, porque me conociste de palo. Le dijo el recién nombrado obispo a su viejo amigo sacerdote. – Pero, ¿qué quieres decir con eso? Sorprendido le preguntó. – Ah, no lo sabes? Te cuento la historia: Una vez estaba un humilde señor, de manos callosas, con su overol y de pie, hablándole al hermoso Cristo de la Iglesia: – Ándale, dame este favor que te pido, que lo necesito, ya ves que he venido muchas veces a verte, y todavía no me lo has dado. Y le insistía, sin quitarle la vista, con esas y otras palabras parecidas. – Pero, ¿porqué le hablas así, al Cristo? – Lo sorprendió el sacristán, – No seas tan igualado, dile mi amo o mi Señor. A lo que el hombre, de zapatos viejos y llenos de aserrín, apenado respondió: – Es que le tengo mucha confianza, lo conocí cuando era de palo, y todavía sin forma. Yo se la di en mi taller. +Alfonso Miranda ...
Leer MasUna madrina todo poderosa!
– ¿Qué obispo quiere apadrinar a esta hermana? – Preguntó el cardenal moderador de ese grupo lingüístico, que sesionaba dentro del Sínodo de la Familia en octubre del 2015 en Roma, después de que la hermana se había atrevido a levantar la mano para proponer un modo, esto es, un cambio a ser propuesto en el documento oficial de trabajo del Sínodo. – Yo la apadrino madre, – dijo un obispo de la mesa de enfrente, aunque la verdad, no faltaron obispos bien dispuestos, a respaldarla con tal de que pudiera proponer su modo. – La madre Bertha María, de mirada franca y palabra directa, terciaria capuchina de la Sagrada Familia, de Costa Rica, y miembro de la Unión Internacional de Superioras Generales, como que no se quedó muy contenta, pero, de cualquier forma pronunció su idea, la cual fue aceptada casi por unanimidad. – Póngalo por escrito madre, – le dijo, uno de los sacerdotes moderadores de ese grupo, el cual estaba formado, por 23 padres sinodales, entre obispos, arzobispos y cardenales, y 10 laicos, entre ellos solo dos mujeres. – Al día siguiente, en el mismo grupo, al calor de los fuertes e intensos debates, y buscando cada quién, que su idea fuera aceptada, una vez más, la madre Bertha Porras, levantó la mano, con mucha decisión, queriendo que su voz también fuera escuchada, a lo que un sacerdote de al lado, y en voz alta, le dice, – espérese madre, que va a necesitar un padrino, – a lo que ella, con valiente voz, exclamó: – Yo no necesito padrinos, yo aquí puedo ser madrina de todos, – con lo que se ganó la atención general, y puso fin a la discusión. Religiosas de ese calibre, necesita la Iglesia, hoy! +Alfonso G. Miranda Guardiola Participante del Sínodo Ordinario de Obispos 2015 ...
Leer MasSólo un policía llegó a misa…
Ese día, cosa rara, había llegado yo temprano al campo de los policías, y como era domingo de ramos, sabía que era difícil que los policías asistieran a misa. Durante Semana Santa salen a custodiar las carreteras y cuidar el orden en plazas y centros por vacaciones. Sin embargo, después de aguardar algunos minutos, un joven policía se acercó, con la clara intención de participar en la celebración. El tiempo pasaba, pidió un ramo, pensé, denle hermanas, el más pequeño para que no se burlen sus compañeros, pidió el más grande. Se hacía tarde, nadie más llegaba, había que empezar la misa. Lo llamamos, él, solo, mostrando su temple y gallardía, se acerca al altar, sin temor al qué dirán, en el enorme patio que divide el comedor, la comandancia y la enfermería, seguro de sí mismo, y comenzamos la Eucaristía. Poco a poco se acercan, llegan ocho policías más, bendigo los ramos, disfrutamos la misa, ésta termina, bajo a nivel de calle, se acercan, les impongo un crucifijo, devotos, lo aceptan. Te felicito, le digo, fuiste un gran ejemplo hoy para mí. Sonríe, agradece, se aleja, con el ramo en la mano, las insignias en el hombro, y el crucifijo bien puesto en el alma y en el pecho. +Alfonso G. Miranda Guardiola...
Leer Mas