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Anécdotas

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Un buen amigo tenía 10 años sin confesarse

Posted by on Jul 17, 2018 in ANECDOTAS | 0 comments

Un buen amigo tenía 10 años sin confesarse, y una vez, por una invitación que recibió para ser padrino de primera comunión, tuvo que ir a la Iglesia a última hora, a buscar un sacerdote que lo confesara, y pues no habiendo nadie en el confesionario, pasadas ya las 9 de la noche, encontró a uno, que iba de salida, en el estacionamiento de la Iglesia:  – ¡Padre, Padre, qué bueno que lo veo! ¿Me confiesa?  – Hijo mío, tengo mucha prisa porque voy a un velorio. – Rapídito padre, no le quito mucho tiempo, total casi no tengo pecados. – Bueno, ándale pues. Una vez confesado, llega este buen hombre a su casa, feliz y contento, y les dice a sus hijos y a su esposa, que se encontraban esperándolo, hambrientos en la mesa de la cocina, listos para empezar con sus cotidianos reclamos, pero antes de que pudieran empezar a hablar les dice: “No me toquen, porque me acabo de confesar, y quiero aguantar así otros diez años”.  – 🙄 +Alfonso Miranda...

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No nos vayan a dejar con los platos servidos

Posted by on Jun 25, 2018 in ANECDOTAS | 0 comments

Se celebraba la reunión anual de presbiterio de la Provincia Eclesiástica del Noreste del País, allá por el año de 2002. Con sacerdotes venidos de Nuevo Laredo, Tampico, Linares, Saltillo, Piedras Negras, Victoria, Monterrey y Matamoros, congregados en las instalaciones del seminario de esta última diócesis. Había pasado ya la misa principal en la Catedral, el torneo deportivo, el concierto al aire libre, la visita al museo, el saludo a los fieles, y todos los sacerdotes que asistimos, unos 200, ya cansados, queríamos regresar a nuestra casa. Era ya el segundo día, cerca de las 12:00 medio día, cuando se acabó la última conferencia de los obispos, y todos los padres rápidamente nos levantamos para agarrar nuestras chivas, listos para partir, cuando de pronto, un sacerdote, apodado el ronco, viendo como se alebrestaban tantos curas, tomó solemnemente el micrófono, y con ronca voz dijo, espérenme tantito: «Nada más una cosa les vamos a pedir: las personas del pueblo junto con los sacerdotes de la diócesis, hemos preparado un banquete especialmente para ustedes, y no queremos que nos vayan a dejar con los platos servidos en las mesas». Dicho esto, se oyó un profundo silencio, se podía escuchar las mochilas que lentamente eran depositadas en el piso. Ya se habrán de imaginar ustedes, lo que pasó después… +Alfonso Miranda G....

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Padre, ya hemos perdido todos los miedos…

Posted by on Dic 21, 2017 in ANECDOTAS, CRONICAS | 0 comments

Había concluido las coloridas misas en Nueva York. La primera, la noche del lunes 11 de diciembre del 2017 en el Santuario de Guadalupe, tres más el día 12: dos en la Catedral de San Patrick, y una al mediodía en el seminario diocesano de San José. Al finalizar las celebraciones en honor a la Emperatriz de América, y por segundo año consecutivo, nos invitaba a cenar el presidente del comité organizador de la gran fiesta guadalupana en Nueva York, el Sr. Jaime Lucero, mexicano nacido en Puebla, y hoy prominente empresario y gran benefactor de la educación de los hispanos en E.U.   El Sr. Lucero, había ya agradecido al termino de las dos eucaristías celebradas en San Patrick, el apoyo a la comunidad hispana que se había hecho presente. Y había pedido a la Asamblea que escuchara a un joven, David Morales, dreamer mexicano, quien nos daría un mensaje, en el cual solo pedía oraciones por la causa y por tantos estudiantes, que como él, querían terminar sus estudios en los E.U., para poder labrar su futuro y conquistar sus sueños. Discurso breve pero emotivo que arrancó los aplausos de los fieles. El año pasado, en diciembre del 2016, me había dado cuenta que don Jaime, ya apoyaba a una fundación dedicada a proteger y a promover a las mujeres hispanas inmigrantes. Este año, ya en su restaurant llamado Festival mexicano, y ubicado en Broadway, nos platicaba de la fundación Casa Puebla, desde la que se brindaba apoyo integral desde ya casi 40 años, a los mexicanos e hispanos que cruzaban la frontera americana.   Durante la cena también me platicaba de su proyecto actual. Estaba creando una organización más, para conseguir que los mexicanos en E.U., pudieran votar, ya que era muy escasa la oportunidad que ellos tenían, y quería hacerla más extensiva para tener una mayor incidencia en México, y poder mejorar las condiciones precarias, de injusticia y de violencia de tantos compatriotas dentro y fuera de éste, nuestro amado país. Ya había hablado con los partidos políticos en México, y había logrado ya importantes avances. Con lo que me platicaba, caía yo en la cuenta de su intención por apoyar a los dreamers, quería formar hombres y mujeres, valiosos, que el día de mañana pudieran seguir sus pasos, sus ideales, y las fundaciones en las que trabajaba por el bien de tantos compatriotas y migrantes que venían de muy diversas nacionalidades. – ¡Padre! – me dijo ya casi para despedirnos, – México nos necesita. – ¿Porqué lo dice don Jaime? – Nosotros, mexicanos inmigrantes en los Estados Unidos, ya hemos perdido todos los miedos: Miedo a ser deportados, miedo a perder a nuestra familia, miedo a no poder regresar nunca más a nuestra patria, miedo a conseguir un empleo, miedo a ser discriminados, miedo al idioma, miedo a emprender un negocio y salir adelante, miedo a la burocracia americana, miedo a las actuales políticas antiinmigrantes, pero aquí seguimos en pie de lucha por sacar adelante a nuestras familias, a nuestros connacionales y a tantos inmigrantes, y a defender y a poner muy alto el nombre de México.   + Alfonso Miranda G.        ...

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Sucedió en Nueva York, en la fiesta de la Guadalupana…

Posted by on Dic 18, 2017 in ANECDOTAS, CRONICAS | 0 comments

Sucedió en Nueva York. Allí se encontraban los 12 sacerdotes formadores del seminario diocesano de San José, esperando al padre mexicano, quien presidiría la misa solemne, en punto de las 12 del mediodía, en honor a nuestra señora de Guadalupe, emperatriz de América, y patrona de los no nacidos. En la jornada nacional dedicada a la protección de las familias inmigrantes en los E.U. Como buen mexicano, el padre llegó pasaditas las 12 horas, e inmediatamente se revistió de sus ornamentos eclesiásticos, saludó rápidamente y se encaminó presuroso en procesión hacia el altar, ipad en mano, para leer en inglés el tremendo sermón que había preparado para los seminaristas. Se trataba de la solemnidad del 12 de diciembre del 2017, fiesta de la Virgen de Guadalupe, a ser celebrada en la Capilla alta del seminario, de estilo neoclásico, al mismo tiempo sobria pero elegante. Los candiles todos encendidos, el coro de estudiantes a 15 voces cantaba desde el palco, sobre la entrada del templo, hermosos cánticos guadalupanos meticulosamente ensayados en español. Al frente del templo, en el retablo, estaba la imagen del Cristo crucificado, al costado derecho, una escultura dignísima de San José, y en la parte izquierda, una preciosa imagen antigua de la Guadalupana, adornada ésta con pletóricas y coloridas flores de castilla, dispuestas en oasis a los pies de su nicho, y en jarrones transparentes en el piso. Hasta las personas de las últimas bancas eran acariciadas con el aroma fresco de las flores. Doce sacerdotes concelebraban en torno al altar, casi todos americanos, algunos maestros de teología participaban en la misa, unas 60 personas en total. Al terminar de cantar el coro el aleluya, y justo cuando el diácono empezaba a leer el evangelio, se oyó un estrepitoso ruido. Todos se asustaron, los que estaban en el presbiterio voltearon hacia atrás, y los de las bancas, hacia la esquina del sagrado recinto, para darse cuenta, sorprendidos, que los oasis repletos de flores se habían caído, y había quebrado los jarrones. Todas las flores volaron y se estrellaron en el piso. Los seminaristas, los concelebrantes, los invitados, el mismo coro, se quedaron pasmados, inmóviles, sin saber qué hacer, el diácono después de unos segundos, tímidamente prosiguió leyendo el evangelio. Como pudo lo acabó, le llevó el leccionario al sacerdote, presidente de la celebración, quien besó el evangeliario y bendijo al pueblo. Acto seguido, le dijo al diácono, acompáñame, tomó su ipad, y lo dejó sobre el altar y antes de dirigirse al ambón, siguió derecho al rincón donde estaba la imagen de la Virgen de Guadalupe, con las rosas regadas a sus pies, se incó y empezó a juntar las flores, que levantó después en un pesado mazo, y con esfuerzo las devolvió al jarrón. El diácono y un seminarista también se acercaron y empezaron a hacer lo mismo, no tomó muchos minutos, cuando el altar a la Virgen quedó restituido, y las flores volvieron a brillar en todo su esplendor. El padre se volvió al altar, tomó su ipad, y desde el ambón se puso a leer y predicar, de la morenita, del ayate, y de no sé cuántas cosas más, el caso es que, para cuando se acordaron, ya la misa había terminado. Nadie supo de qué habló el padrecito, pero eso sí, todos hablaban...

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