Como los perritos del Evangelio…
(En ese instante y en ese momento, se plantó la semilla).
Corría el mes de septiembre de 1996. Habíamos recorrido toda la ciudad de México en busca de algún grupo de divorciados vueltos a casar (DVC), para iniciar nuestro apostolado y trabajo final de 4º de Teología. Hasta que finalmente dimos con la parroquia de San Felipe de Jesús, por metro Observatorio, donde nos habían dicho que había parejas en esta situación, y comenzamos a buscarlas, a dar avisos en las misas, entregar volantes, visitar casas, y nada, ninguna pareja venía, y así pasaron 4 semanas, y nuestro semestre corría, y teníamos que avanzar, y nos dijimos Manuel Raúl y yo, ambos seminaristas, vamos a venir una vez más, si llega alguien, qué bueno, le seguimos, y si no, nos vamos… Y a la semana siguiente…
Durante ese tiempo conocimos al Padre Ignacio Díaz de León, sabio y experimentado sacerdote, quien con su pelo cano, en ese mismo año de 1996, llevaba ya 17 años trabajando en la ciudad de México, con personas divorciadas. Una noche en que lo acompañamos a una sesión de su grupo, le pregunté: – Padre, ¿y no le da miedo de que los divorciados se casen? – A lo que me contestó: – no hijo, al contrario, la vida tiene que seguir, y ellos deben aprender a buscar la alegría y la felicidad, con conciencia y responsabilidad… – No niego que tardé buen tiempo en entender estas palabras… – Mientras, esperábamos el fin de semana para ir a la parroquia de San Felipe, y ver si alguien iba a venir, o de plano, dedicarnos a otra cosa…
Después de 5 semanas de búsqueda, finalmente una pareja DVC se acercó a nosotros, hambrientos de ternura y compasión, y uno de ellos, tímidamente, con el corazón en la mano, nos dijo: es que no es fácil acercarnos a la Iglesia, cuando nos niegan la comunión, nos sentimos como los perritos del Evangelio, que esperan ansiosos comer las migajas que caen de la mesa de sus amos… y efectivamente, nos rompió el corazón. En ese instante y en ese lugar, se colocó la primera y pequeña piedra de un hermoso sueño! Al final de ese año asistieron 6 parejas con regularidad, y 25 matrimonios en total recibieron nuestro acompañamiento pastoral, todavía en ciernes. Y pasarían los años…
18 años después…
+Alfonso G. Miranda G.