¿Porqué pusiste el espino junto a la flor?
La espina no nació para herir, sino para cuidar la flor. Los hombres no hemos admirado su virtud, y la hemos hecho instrumento de dolor.
Tú le robarás la miel y el sabor, – le dijo a la abeja, el espino.- Pero no podrás arrebatarle el perfume, que es el encanto de la flor.
Podrás quitarle el néctar y el rubor,- le dijo a la abeja, el espino.- Yo me deleito observando cómo se baña en el rocío la flor.
¿Cuánto valdrá una flor? Que Dios puso barricadas de espinas para defender su honor.
Ante la flor se arrodilla, y con espada defiende su honor. El espino vigila en la orilla, y en secreto le declara su amor.
En sus ojos había luces, en las palmas olivos; en su camino tres cruces, y en la frente rudos espinos.
Yo nací para amar, no para castigar, – dijo el espino. Si una frente había que coronar, mejor no haber nacido.
Yo no nací para herir, – grita el espino, – tan solo quiero vivir contemplando la flor, por cuyo amor padezco y suspiro.
Yo no nací para lastimar, – clama el espino, – tan solo quiero vivir contemplando la flor, por cuyo amor sobrevivo.
¿Porqué pusiste la espina junto a la flor? – Preguntó Adán al Creador. – Para que supieras, que junto al amor, también hay sufrimiento y pasión.
Cuando nace el espino, sin querer todo lo hiere: el viento, las rosas, la frente, el alma y el corazón.
Pero sueños hubo, que no fueron capaces de matar la cruz y el espino. Pues fue más grande su ilusión, convertir en sangre el vino.
¿Porqué a pesar de las espinas, el hombre busca la flor? – Porque a pesar del dolor, no puede vivir sin amor.
Te sigo entre jardines y flores, también entre cardos y espinos; te sigo sin importar el camino, siempre que sea contigo.
+Alfonso Miranda