Las campanas ya no suenan más.
Les comparto un poema con un toque de drama y melancolía:
Las campanas ya no suenan más;
gimen mudas, queriendo hablar.
Aguardan, desesperan, se ahogan,
llorando sin poder gritar.
Solo la madera que la sostiene cruje.
Todo es ahora olvido y dolor.
Hemingway también calla, al no poder ya decir:
¿Por quién doblan las campanas?
Antes era el eco de las voces que alababan al Señor.
La algarabía de echar las campanas al vuelo.
Acento grave, sonoro e inconfundible.
De un canto inquieto, alegre y matutino.
Hoy, tan solo el recuerdo queda.
La añoranza de una capilla en oración.
El murmullo sonoro de un campanario,
el repique lento y suave de una procesión.
Recuerdo de una vieja costumbre
De una voz que llama a misa… a la Iglesia.
Donde pocos acuden, y donde hoy pocos llegan…
+Alfonso Miranda