Ese loco, arrebatado y desenfrenado seguimiento de Jesús.
Hay un rasgo del apóstol Pedro que me encanta, y es su arrebato, su impulsividad, su espontaneidad, que lo hace reaccionar intempestivamente, como cuando le dice a Jesús, luego que éste le anuncia que va a ser entregado, y que lo torturarán: – No, Señor, tú no te entregarás, tú no irás a sufrir. Por lo que el Señor lo reprende: – Apártate de mi satanás, tus pensamientos no son mis pensamientos-.
Y en otro momento, después de haberle dicho: -Yo daré mi vida por ti-, en el monte de los olivos, Pedro saca la espada y le corta la oreja a Malco, por lo que Jesús lo desaprueba y amonesta: -Mete la espada, que ya tendrás ocasión de dar la vida por mí, pero llegado el momento, cuando el Padre te lo ordene, no ahora-.
Y lo mismo sucede antes de la última cena: – Ah no Señor, tú no me lavarás los pies a mí, ¿qué te pasa? No serás tú el que la haga de esclavo, en todo caso seré yo-; a lo que Jesús advierte: -Si no te dejas lavar, no tendrás parte conmigo-, y contesta Pedro: -Entonces sí Señor, y no sólo los pies, también la cabeza y las manos-, pero Jesús con sentimiento le aclara: – No Pedro, sólo los pies hace falta-.
Al final, también lo sabemos, Pedro después de prometer y prometer que él no lo dejaría, que él no lo traicionaría, Jesús fulmina a Pedro, diciéndole: -antes de que cante el gallo tu me negarás tres veces-.
El último episodio que nos muestra esta personalidad y carácter reactivo del apóstol Pedro, es después de la resurrección, cuando Jesús se presenta a los apóstoles, mientras estos estaban pescando sin éxito, como otras veces, y les hace señas de dónde echar las redes. Pedro al escuchar a Juan que le dice: -Es el Señor-; no espera un segundo, y así como está, impulsivo y arrebatado, impaciente y atrevido, apasionado por seguir a Jesús, se arroja al agua tras él. ¿Cómo lo seguiría: nadando, caminando, manoteado, a riesgo de ahogarse o no? No lo sabemos, lo que sí sabemos, es que, como es él, se lanzó impulsiva, ciega y desenfrenadamente por seguirlo a Jesús.
Ojalá de esa locura y de ese arrebato, fuera contagiado por Pedro en mi propio y personal seguimiento de Jesús. Pedro, como hombre, tuvo defectos, muchos menos que yo naturalmente, pero ojalá, que cómo él, todos mis defectos y traiciones fueran mitigados, por esta hermosa virtud, por este loco, impetuoso y apasionado seguimiento de Jesús.
+Alfonso Miranda