Luces para vivir el tiempo que sigue al año de la misericordia…
Ante los muros que cierran el alma y endurecen el corazón, no nos dejemos robar la fraternidad, ni la capacidad de abrirnos a relaciones nuevas en Jesucristo (EG 92);
Ante el vacío y la confusión, no perder la lucidez y la razón.
Ante el relativismo que agota el alma y socava todos los valores, no perder la paciencia, la fortaleza y la perseverancia.
Ante una vida sin aliento y sin sentido, una vivencia tonificante y plena.
Ante la cultura del descarte que aniquila al hombre, no perder la capacidad de ternura, fraternidad y respeto por cada ser humano sobre la tierra.
Ante el rigorismo, la compasión, la benevolencia y el perdón.
Ante las diatribas y los insultos, el testimonio de serenidad y diálogo.
Ante el rechazo del cristianismo, no la elocuencia, sino la grandeza del alma
Ante la amenaza o peligro de confrontaciones, mostrar solo la belleza del evangelio.
Ante el individualismo egoísta, no dejarnos robar la alegría de servir y compartirlo todo (cfr. EG 83);
Ante el pesimismo estéril, no dejarnos robar jamás la esperanza (EG 86);
Ante la mundanidad, no nos dejemos robar el Espíritu y el Evangelio (cfr. EG 97);
Ante las múltiples guerras entre nosotros, no dejarnos robar el ideal de la reconciliación y del amor fraterno (EG 101).
Frente a todos las adversidades y desafíos, sociales y eclesiales, no nos dejemos robar la fuerza y la ilusión por la misión (EG 109).
Ante el desorden moral imperante, la construcción de personalidades íntegras, equilibradas y sólidas.
Ante la pérdida de sentido y de esperanza, proclamar la riqueza de la salvación en Jesucristo.
+Alfonso Miranda