El despertar de los laicos, y el momento trascendental de la Iglesia
«Nos podrán arrebatar todo, menos el coraje por enfrentar la vida». Victor Frankl.
Deseo compartir una palabra sobre el momento existencial que estamos viviendo.
Contemplo un país amenazado por la pérdida de rumbo y de sentido, donde no existe una clara perspectiva de futuro, ni de tiempo; donde no hay profundidad, ni densidad de pensamiento, donde no hay una estrategia definida, sino que todo se queda en el momento, en el aquí y en el ahora, pues no hay capacidad para ver, ni descubrir, que el tiempo es superior al espacio.
También estamos viviendo en el mundo un exacerbamiento de la posmodernidad, del vaciamiento de las verdades, de los conceptos fuertes, para bajar a la verdad de cada quien; asistimos al reinado de lo fugaz, de lo efímero, de lo evanescente; donde impera el sentimiento, la emoción, lo individual. Lo que yo quiero, lo que me satisface, lo que me conviene. Perdiéndose de vista que la realidad es superior a la idea. Y esto arrastra a países enteros, el nuestro por ejemplo.
Ante esta realidad, la Iglesia juega un papel preponderante y trascendental, pues tiene la valiosa oportunidad, – y diría también, una inmensa responsabilidad- de aportar su pensamiento con la más alta claridad, nitidez y firmeza, para poder guiar verdaderamente a este pueblo; y para ello necesita estar unida, recordando siempre que la unidad es superior al conflicto, ese es su mayor desafío.
Asistimos a un despertar de los laicos que se está manifestando valiente y audazmente. Dejándose llevar y aconsejar por sus pastores, pero sin renunciar a su nuevo talante protagónico. De la forma en que la Iglesia los acompañe y los oriente, se manifestarán sus verdaderos frutos para alimentar y conducir este país.
Humildad y sencillez, prudencia, decisión y valentía, son los valores que hoy se estiman y se exigen, para que esta nación salga de su amodorramiento y de su tibieza.
Quiera Dios que este fresco amanecer genere la esperanza que este país necesita, para levantarlo y empujarlo, y así lograr lo que el Papa Francisco en Cd. Juárez, nos decía: “Los invito a soñar el México que sus hijos merecen”.
+Alfonso G. Miranda Guardiola
9 sep 2016