Una visita pastoral inesperada…
Cuenta Monseñor Faustino Armendáriz, que una vez, haciendo una visita pastoral a una parroquia de su diócesis, le pidió al párroco que se detuvieran a mitad de camino para visitar algunas casas. El padre paró su vehículo, y caminaron hacia la primera casa que encontraron, tocaron la puerta, y les abrió un hombre que estaba pintando.
– ¿Cómo está buen hombre, nos gustaría platicar con usted, si nos lo permite? Somos el obispo de esta diócesis y su párroco. – Con mucho gusto. – Contestó el buen señor. – Es un honor, pásenle, están en su casa. – Gracias, es usted muy amable.
Ya adentro, el obispo le empezó a preguntar por su familia, por su salud, y le platicó de las maravillas del Señor. El hombre de la casa, gentilmente trajo refrescos y galletas para compartir.
En un momento y después de un rato de escuchar, el señor de la casa tomó la palabra, y dijo:
– Señor obispo, qué bueno que por fin se decidieron a venir.
– ¿Porqué lo dice?
– Es la primera vez que alguien de ustedes viene a visitarme, y vaya que ya tengo aquí muchos años. Sabe, – lo dijo con voz pausada – yo soy el pastor del templo que está aquí enfrente. Y me da gusto que ustedes empiecen a hacer, lo que nosotros hacemos todos los días: salir a visitar las casas, escuchar, consolar, orar, aconsejar, invitar a la gente a nuestra Iglesia. Pareciera que ustedes apenas están descubriendo el hilo negro.
Sorprendido el sacerdote, pero más el obispo por estas palabras, éste último dijo: … pues, tiene razón hermano y le agradezco que nos lo haya dicho, la verdad, a los católicos nos ha faltado mucho salir, como lo pide ahora el Papa Francisco, y tocar puertas, con audacia y constancia.
Yo siempre me había preguntado, agregó el pastor: ¿qué cosa puede haber más importante para un obispo o un sacerdote, que salir a las calles y tocar puertas, y visitar las casas de sus fieles, y de los que no son sus fieles?
Gracias por la gran lección, señor pastor, y por su gentileza, – dijo el obispo, – lo dejamos con Dios, y nos retiramos, pues nuestra misión… apenas empieza.
+Alfonso G. Miranda Guardiola
*Anécdota contada por Mons. Faustino Armendáriz, obispo de Querétaro, en la celebración del XXV aniversario de la diócesis de Nuevo Laredo.