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Papa Francisco, un terremoto para el mundo.

Usted trae fuego, no para destruir sino para purificar; trae un terremoto, no para destruir, sino para despertar. Con estas palabras el Cardenal Tagle recibía al Papa Francisco en Filipinas, expresando la renovación que él está significando en el mundo entero. 

Al ver las imágenes del Papa, que fuera de protocolo, visitaba a los niños sin hogar, causando inmensa alegría; al ver las calles abarrotadas de gente, como antes el Papa Juan Pablo II, no podemos sino agradecer a Dios, por este hermosísimo don. 

Con la convocatoria del Sínodo de la Familia, con sus homilías diarias, con sus gestos está logrando una fantástica revolución de la ternura: una Iglesia más sencilla, más humilde, más sensible, más cercana; y rejuvenecida, pues para muchos, se veía lenta y cansada, y haciendo regresar a tantos, que por nuestros errores y malos tratos se habían retirado. 

Quiero, pastores, ha dicho, no funcionarios, con las manos sucias y espinadas por rescatar a tantas ovejas; una Iglesia que sea madre, gestadora de vida, no una que parezca aduana. 

Una Iglesia como un hospital después de una batalla, accidentada, no acomodada, y con las puertas abiertas, para recibir y curar, sin distinción, a todos los heridos; una Iglesia en salida, para ir por los alejados, los inconformes, los perdidos. 

Para que el mundo escuche a la Iglesia, el Papa primero lo escucha y está atento a sus heridas, por eso habla con sensibilidad y valentía, a la ONU, al Parlamento Europeo, lo mismo sobre el conflicto Israel y Palestina, que sobre #Charliehebdo, y los normalistas de Ayotzinapa. 

Insiste sin cansarse, en el Dios de la ternura, de la compasión, de la misericordia, que nos acompaña, a pesar de nuestras miserias, siempre dispuesto a acogernos y perdonarnos. Y lo hace con una sonrisa, con un gesto de acogida, dispuesto a tomarse selfies con quien se deje; que nadie, nunca más, vuelva a sentirse irregular o rechazado en la Iglesia, que es su casa, familia de familias: los que están abandonados, los tristes, las familias partidas, las separadas, las refugiadas, las heridas, que nadie se sienta solo, que nadie se quede fuera. 

Quiere darle una mayor incidencia a la Iglesia en la transformación del mundo, y recuperar su relevancia, como lo hizo en la reanudación de las relaciones EU y Cuba; y darle un mayor protagonismo al laico, sobre todo a la mujer en la Iglesia. 

Lo está logrando. Es cierto, hace falta mucho por hacer, pero no está solo, somos muchos los que estamos dispuestos a apoyarlo, porque en esto de la compasión y de la ternura, ya no hay marcha atrás, estoy seguro. 

 

+Alfonso G. Miranda Guardiola 

 

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